Imagina ser una persona común, con una vida y un trabajo ordinarios. Un día, durante una visita rutinaria al médico, tu mundo se pone de cabeza: te diagnostican con cáncer. Ante esta noticia, los médicos te proponen participar en lo que crees que es un tratamiento experimental, una luz de esperanza en un túnel oscuro. Pero la realidad es mucho más siniestra: sin tu conocimiento ni consentimiento, te conviertes en el sujeto de un experimento sobre los efectos de la radiación en el cuerpo humano. Años después, descubres que el diagnóstico de cáncer era erróneo; era solo una úlcera. Esta impactante revelación llega demasiado tarde, y tu cuerpo ya ha sido expuesto a niveles inimaginables de radiación. Esta es la historia de Albert Stevens, que en 1945, se convirtió en el hombre con la mayor acumulación conocida de radiación en la historia, una víctima inadvertida de los oscuros albores de la era nuclear.

El Experimento Oculto del Proyecto Manhattan
Cuando el Proyecto Manhattan se embarcó en la investigación y desarrollo de armas nucleares durante la Segunda Guerra Mundial, se hizo evidente para los científicos involucrados que necesitarían comprender mejor los efectos de los materiales radiactivos con los que trabajarían en el cuerpo humano. Para averiguarlo, realizaron Experimentos de Inyección de Plutonio Humano.
Las personas que trabajaban en el Proyecto Manhattan colaboraban estrechamente con el plutonio, que solo había sido descubierto en 1940, y querían saber exactamente qué les estaba haciendo.
Experimentaron con un total de 18 personas, con edades que iban desde los 4 hasta los 69 años, que estaban ingresadas en hospitales seleccionados, y una de esas personas fue Albert Stevens a quien se le asignó el nombre en clave “Paciente CAL-1” como el primer paciente de California inyectado con plutonio.
¿Quién era Albert Stevens? El reclutamiento involuntario, un trágico error de diagnóstico
Albert Stevens con 58 años de edad, antes de ser involucrado en los experimentos del Proyecto Manhattan, era un hombre común y corriente, no vinculado de ninguna manera con la ciencia o la medicina, trabajaba como pintor.
La razón por la cual Stevens fue enrolado en el experimento del Proyecto Manhattan es tanto trágica como controvertida. Stevens fue seleccionado para el experimento debido a un diagnóstico erróneo. Los médicos creían que padecía una enfermedad terminal (se pensó que tenía cáncer debido a una úlcera gástrica mal diagnosticada). Bajo la suposición de que no viviría lo suficiente para sufrir los efectos a largo plazo de la radiación.
Los experimentos de inyección de plutonio en humanos
Un informe sobre los experimentos confirma que al pintor no se le informó con qué estaba siendo inyectado, y Stevens terminó con 131 kBq (3.55 µCi) de plutonio que permaneció en su cuerpo por el resto de su vida.
Sin embargo, solo cuatro días después de ser inyectado con una gran dosis de isótopos de plutonio, se descubrió que lo que se pensaba era cáncer de estómago era en realidad solo una úlcera estomacal.
Los médicos que lo operaron no se molestaron en informar a Stevens y, en cambio, lo enviaron a casa una vez que se recuperó de su operación.
Fue inyectado con plutonio-238 (Pu-238) en el marco de los experimentos realizados durante el Proyecto Manhattan. Este isótopo específico de plutonio es notablemente más radiactivo que el plutonio-239, que es más comúnmente conocido y utilizado en armas nucleares y reactores. La elección del plutonio-238 en estos experimentos se debió, en parte, a su alta radiactividad y a la facilidad con la que podía ser detectado y medido con el equipo disponible en ese momento.
A lo largo del resto de su vida, acumuló una dosis efectiva total de radiación de hasta 6,400 rem, o 300 rem por año. Para comparar, la dosis anual permitida actualmente para alguien que trabaja con material radiactivo en EE. UU. es de 5 rem.

Cada año, por el resto de su vida, Stevens recibió 60 veces esa dosis anual segura.
Aún más increíble es que los otros miembros del grupo de pruebas también parecían no haber sido asesinados por su exposición al plutonio, que permaneció en sus cuerpos por el resto de sus vidas.
Mientras que ocho miembros del grupo murieron dentro de los dos años siguientes al experimento, sus causas de muerte se atribuyeron todas a condiciones médicas preexistentes que los habían colocado en la lista como sujetos de prueba en primer lugar.
Según los informes un científico llamado Kenneth Scott – quien preparó la inyección de Stephens pero afirmó que Earl Miller la administró – reveló que nunca le dijeron a él sobre el plutonio o que estaba involucrado en algún tipo de experimento, sino que usaron sus problemas financieros como una oportunidad para recolectar datos ofreciéndole pagarle por muestras de heces y orina.
A pesar de la alta dosis de radiación, ser inyectado con plutonio no tuvo un efecto inmediato y agudo en Stephens, y murió de insuficiencia cardiorrespiratoria 21 años después de la exposición, el 9 de enero de 1966.
Nueve años después de su muerte, sus restos cremados fueron exhumados y enviados al Centro de Radiobiología Humana del Laboratorio Nacional Argonne. Nunca han sido devueltos a la capilla donde estaban guardados.
Hallazgos Médicos Posteriores en el Caso de Albert Stevens
Los análisis médicos realizados a Albert Stevens a lo largo de los años posteriores a su inyección con plutonio revelaron hallazgos notables. A pesar de la alta dosis de radiación, Stevens no desarrolló cáncer ni leucemia, que son comúnmente asociados con la exposición a la radiación. Esto fue especialmente sorprendente dado que el plutonio es un elemento radiactivo conocido por su potencial carcinogénico.
Además, los estudios mostraron una distribución inusual del plutonio en su cuerpo. La mayor concentración se encontró en sus huesos, lo que podría haber incrementado el riesgo de desarrollar enfermedades óseas o alteraciones en la médula ósea. Sin embargo, no hubo informes de tales complicaciones en su caso.
Otro aspecto interesante fue la relativa estabilidad de su salud general. Aunque se esperaba que la radiación interna causara daños significativos a sus órganos, especialmente al hígado y los riñones, que son más susceptibles a la acumulación de sustancias radiactivas, Stevens no mostró síntomas notorios de disfunción orgánica.
Los científicos también estudiaron la eliminación del plutonio a través de la orina y las heces, proporcionando datos cruciales sobre la cinética y el metabolismo del plutonio en el cuerpo humano. Estos hallazgos han sido valiosos para entender mejor la toxicología del plutonio y han informado las prácticas de seguridad para trabajadores que manejan materiales radiactivos.
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