El agujero de la capa de ozono sobre la Antártida continúa recuperándose de las décadas de contaminación que lo debilitaban, y este año ha alcanzado su tamaño más pequeño en cinco años. Con una extensión máxima de 22.4 millones de kilómetros cuadrados (aproximadamente tres veces el tamaño de Estados Unidos), este es el séptimo agujero de ozono más pequeño registrado desde el inicio de su recuperación.
Este avance, impulsado en gran medida por los esfuerzos internacionales para reducir la emisión de sustancias químicas que dañan la capa de ozono, representa un paso importante hacia la protección ambiental global. Según el análisis de la NASA y la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), el agujero de ozono es significativamente menor que en años anteriores, destacando la efectividad de los esfuerzos de restauración ambiental.
La importancia de la capa de ozono y su debilitamiento histórico

La capa de ozono, una sección de la atmósfera rica en moléculas de ozono, actúa como un escudo natural que absorbe la radiación ultravioleta (UV) del sol. Esta protección es esencial para la vida en la Tierra, ya que los rayos UV pueden causar daños graves tanto a los ecosistemas como a la salud humana, incluyendo enfermedades en la piel, problemas oculares y afectaciones al sistema inmunológico.
Sin embargo, en la década de 1970, los científicos comenzaron a notar una preocupante disminución en la concentración de ozono en la atmósfera, medida en unidades Dobson, que indicó el inicio de un grave problema ambiental. Pronto se identificó que los clorofluorocarbonos (CFC) utilizados en aerosoles y refrigerantes eran los principales culpables, liberando compuestos que destruían las moléculas de ozono.
A mediados de la década de 1980, el problema se había agravado tanto que los científicos detectaron la formación de un “agujero” de ozono sobre la Antártida, una región en la que las concentraciones de ozono disminuían drásticamente a comienzos de octubre cada año. Este agujero alcanzó su tamaño más crítico en el año 2000, cuando llegó a medir un 50% más que en la actualidad y con niveles de ozono alarmantemente bajos. Desde entonces, las mediciones han demostrado una recuperación gradual, pero aún queda mucho por hacer para restaurar los niveles anteriores a 1980.
Esfuerzos internacionales y avances recientes en la recuperación

En 1987, el Protocolo de Montreal marcó un hito en la historia de la cooperación internacional al establecer regulaciones estrictas para eliminar los CFC y otros productos químicos que dañan la capa de ozono. Este tratado, que fue ratificado por todos los países del mundo, demostró la efectividad de una acción conjunta para resolver problemas ambientales globales.
Gracias a esta iniciativa, las concentraciones de ozono comenzaron a estabilizarse y, eventualmente, a recuperarse. Este año, la concentración promedio de ozono en el agujero antártico fue de 107 unidades Dobson, notablemente menor en comparación con los valores de 1979, pero superior a los niveles mínimos registrados en los años más críticos.
Paul Newman, científico jefe de la NASA y líder del equipo de investigación de ozono, destacó que el tamaño del agujero de ozono de 2024 fue considerablemente menor en comparación con los observados a principios de la década de 2000, lo que demuestra que los esfuerzos del Protocolo de Montreal están dando frutos. Stephen Montzka, científico de la NOAA, también señaló que, aunque los avances son notables, la recuperación total aún llevará varias décadas.
A pesar de los avances logrados, el camino hacia la recuperación completa de la capa de ozono aún es largo. Actualmente, el nivel de ozono sobre la Antártida se encuentra significativamente por debajo del promedio de 225 unidades Dobson registrado antes de la era de los CFC. Según Bryan Johnson, investigador de la NOAA, se estima que el agujero de ozono podría cerrarse definitivamente en 2066 y que la capa de ozono alcanzará los niveles previos a 1980 en todo el mundo hacia 2040. Estos plazos reflejan tanto el éxito de las políticas implementadas como la naturaleza compleja y gradual de la restauración atmosférica.
Los expertos coinciden en que el caso del agujero de ozono es un ejemplo claro de los logros que pueden alcanzarse cuando la humanidad trabaja en conjunto. A pesar de que el desafío fue considerable y los efectos de los CFC en la atmósfera fueron devastadores, el Protocolo de Montreal se ha convertido en un ejemplo de cooperación eficaz que continúa protegiendo a nuestro planeta de los efectos nocivos de la radiación UV.
Referencia:
- NASA/NASA Ozone Watch. Link.