Un equipo de científicos ha logrado un avance sorprendente al restaurar parcialmente la actividad de un cerebro porcino varias horas después de la muerte del animal. Este hallazgo, que podría parecer sacado de una novela de ciencia ficción, abre nuevas puertas en la investigación cerebral y plantea interrogantes fascinantes sobre la naturaleza de la muerte.
En un experimento que ha captado la atención de la comunidad científica, los investigadores lograron reestablecer funciones celulares básicas en un cerebro de cerdo, un órgano que normalmente se considera irrecuperable una vez cesa el flujo sanguíneo. Utilizando una solución especial, lograron que las neuronas mostraran signos de actividad, desafiando así nuestra comprensión de los límites entre la vida y la muerte.

La cabeza de un cerdo fue recuperada del matadero local. Normalmente se desechan, pero Zvonimir Vrselja, neurocientífico de la Facultad de Medicina de Yale, y sus colegas tenían un objetivo. Cuatro horas después de decapitar a este animal, le extrajeron el cerebro del cráneo. A continuación, conectaron la vasculatura del cerebro muerto a unos tubos que bombearían un cóctel especial de agentes conservantes a sus vasos sanguíneos y encendieron una máquina de perfusión.
Fue entonces cuando ocurrió algo increíble. La corteza pasó de gris a rosa. Las células cerebrales empezaron a producir proteínas. Las neuronas volvieron a la vida, mostrando signos de actividad metabólica indistinguibles de los de las células vivas. Las funciones celulares básicas, actividades que se suponía que cesaban irreversiblemente tras la interrupción del flujo sanguíneo, se restablecieron. El cerebro del cerdo no estaba vivo exactamente, pero desde luego no estaba muerto.
«Intentamos ser transparentes y muy cuidadosos, porque esto puede ser muy valioso», declaró Vrselja a New Scientist.
Las cosas se ponen más turbias si se tiene en cuenta que los neurocientíficos ya han descubierto que la actividad cerebral puede prolongarse mucho más allá de la parada cardiaca. De hecho, las investigaciones han descubierto que el cerebro puede incluso encenderse cuando el corazón deja de latir.
«En realidad, el cerebro moribundo inicia un enorme esfuerzo de rescate», explica a New Scientist el neurocientífico Jimo Borjigin, de la Universidad de Michigan. Borjigin descubrió en un estudio realizado en 2023 que el cerebro «parecía arder» después de que a cuatro moribundos se les retirara el soporte vital.
Aún queda mucho camino por recorrer antes de que podamos aplicar estas técnicas a humanos, los investigadores están trabajando arduamente para comprender los mecanismos subyacentes a estos fenómenos y para desarrollar protocolos seguros y eficaces.
Este avance no solo tiene implicaciones para la investigación fundamental del cerebro, sino que también podría abrir nuevas vías para el desarrollo de tratamientos para enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer y el Parkinson. Además, podría revolucionar la preservación de órganos para trasplantes, aumentando significativamente el tiempo durante el cual un órgano puede mantenerse viable fuera del cuerpo.