Ya habían transcurrido 17 días desde que el auto de Amanda Eller había sido visto al comienzo de un sendero en una inmensa reserva forestal en Hawái, pero no había rastro de ella. Durante esos días, miles de voluntarios se habían embarcado en su búsqueda, recorriendo la selva y los arroyos cercanos. Sin embargo, Amanda sobrevivió y fue encontrada.

17 días en la selva

El viernes 24 de mayo del 2019, menos de una hora después de que su familia ofreciera una recompensa de 50,000 dólares por información, los rescatistas encontraron a Amanda Eller con una pierna rota, quemaduras solares, raspaduras en todo el cuerpo y un menisco de la rodilla desgarrado.

Estaba herida, desnutrida, socia. Pero estaba viva.

Aunque por muy poco, Amanda declaró, una vez sana y salva en el hospital que quería rendirse, pero que la única opción que tenía era vivir o morir, y lucharía por la primera.

Su pesadilla comenzó el 8 de mayo del 2019, cuando decidió pasear en la Reserva Forestal de Makawao, al norte de Maui. Era el 8 de mayo y la fisioterapeuta e instructora de yoga ya había hecho esa caminata en varias ocasiones. La reserva es inmensa, midiendo más de ocho kilómetros cuadrados y rodeado por decenas de kilómetros de basta vegetación, barrancos y acantilados.

Por desgracia, Amanda Eller decidió salirse del camino por un momento para descansar y, cuando reanudó la caminata, se dio la vuelta para intentar regresar por donde había venido, pero se desorientó y siguió por otro camino.

Hizo una caminata continua desde las 10:30 am hasta la medianoche de ese primer día, buscando su auto. Desgraciadamente, su determinación la impulsó a seguir el camino incorrecto, pero sería esa misma osadía la que le impulsaría a seguir con vida.

“Escuché una voz que decía: ‘Si quieres vivir, sigue adelante’. Y en cuanto dudaba de mi intuición e intentaba ir por otro camino distinto al que me indicaba, algo me detenía, me caía una rama encima, me golpeaba el dedo del pie o tropezaba. Entonces pensé: ‘Está bien, solo hay un camino por recorrer’”.

La pesadilla de Amanda Eller

La temperatura en la zona puede alcanzar hasta los 15 grados y la humedad es muy alta, con niebla y lluvias constantes. Amanda Eller tenía una camisa sin mangas fina y pantalones de yoga estilo capri. No llevaba una botella de agua, ni teléfono celular y la billetera estaba en el auto, lo que llevó a muchos a creer que había sido secuestrada o algo peor. Pero Amanda dijo que no tomó esas cosas no tenía pensado ausentarse tanto tiempo.

Para el tercer día, cuando la policía y bomberos empezaron a buscarla, Amanda ya había abandonado las esperanzas de encontrar el camino y comenzó a pensar en sobrevivir. A partir de ese punto, las cosas empeoraron: cayó desde un acantilado de 6 metros, fracturándose la pierna y desgarrándose el menisco de la rodilla. Al día siguiente perdió sus zapatos en una inundación repentina, provocando que se moviera mucho más lento.

Amanda Eller creía que estaba regresando al punto de partida, pero estaba adentrándose más en la jungla sin saberlo.

Por las noches, se cubría con helechos, hojas y cualquier cosa que pudiera encontrar en el suelo. Algunas veces dormía en el barro y pasó una noche en la madriguera de un jabalí. Se alimentó de todo lo que pudo recoger, incluyendo guayabas, fresas silvestres, plantas que no pudo identificar y polillas que se posaban en su cuerpo.

Se estaba poniendo tan delgada que dudaba si sobreviviría. Ya no caminaba, gateaba, y se encontró con un precipicio tan empinado que parecía imposible de cruzar.

El rescate milagroso

Mientras tanto, un ejército de voluntarios se movía por todo el lugar para buscarla. Hicieron rápel en barrancos, buscaron cuevas, se sumergieron libremente en piscinas y navegaron por arroyos rápidos en busca de Amanda Eller. Incluso se mataron algunos jabalíes salvajes y revisaron sus intestinos en busca de restos humanos, ya que los voluntarios habían sido atacados por jabalíes.

Después de 17 días, Amanda estaba cerca de un arroyo, buscando algo que cenar y donde pasar la noche que no fuera directamente sobre el barro. De pronto, vio un helicóptero. Dijjo que había visto y oído helicópteros todo el tiempo, pero ninguno se había percatado de su presencia.

Los rescatistas habían peinado un radio de 2.4 kilómetros alrededor del auto. Nunca se extendieron más tiempo, pero esa vez, desobedecieron y decidieron ir más lejos, desplegándose unos 11 kilómetros. El equivalente a casi 50 kilómetros caminando.

Los rescatistas la vieron, y tuvieron que asegurarse que fuera ella porque no podían creer que estuviera tan alejada en una zona tan traicionera.

Rápidamente la movieron en avión hasta un hospital, donde comenzó su recuperación. Para Amanda Eller, fue un milagro, porque de otro modo, no hubiese salido con vida de ese lugar.

Una historia que nos da una clara lección: por más que creas conocer un bosque, una selva o una reserva natural, recuerda que la naturaleza siempre es más grande que nosotros y un movimiento en falso, podría llevarnos al desastre. Amanda lo aprendió por las malas y tuvo la suerte de salir con vida, pero la suerte no nos acompañará siempre.