Para poder sobrevivir a veces es necesario hacer duros sacrificios. Mientras Aron Ralston realizaba montañismo una roca cayó encima de su brazo y lo obligó a tomar la decisión más importante de su vida, le tocó sacrificar su antebrazo derecho para poder vivir.

El momento de la tragedia
Aron Ralston siempre fue una persona normal con muchos sueños y ambiciones. Era un ingeniero mecánico, tocaba el piano y había estudiado francés. No obstante, su pasión siempre se había encontrado entre las montañas. Trabajaba como ingeniero en Intel, pero decidió dejarlo para comenzar con el montañismo.
Una de sus metas era adquirir los conocimientos necesarios para convertirse en instructor de montañismo para lograr que otras personas disfrutaran del montañismo como él lo hacía. Esta historia comienza el 26 de abril de 2003, cuando Aron decidió adentrarse al Cañón Blue John, ubicado en el sureste de Utah, Estados Unidos.

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Pero cometió algunos errores. Primero, no le dijo a nadie a donde iba, segundo, fue sin ningún compañero y tercero el lugar a donde iba quedaba un poco aislado de la gente. Mientras estaba escalaba sufrió el accidente.
Mientras Aron estaba descendiendo por un estrecho desfiladero del cañón desalojó una roca que pesaba más de 90 kilos que le cayó encima, atrapando su antebrazo derecho contra la pared del cañón. El efecto inmediato fue un dolor intenso y dedos entumecidos.
Las 127 horas en las que Aron Ralston sufrió
Siempre mantuvo la esperanza de que se iba a liberar de la trampa en la que tenía atrapado el brazo. Intentó sacar su brazo, con múltiples métodos: empujó la piedra, trató de romper las zonas en las que su brazo estaba atrapado y más, pero no lo logró. Luego de esto, la desesperación comenzó a invadirlo.
Sin comer, comenzó a debilitarse, se tomó toda el agua que tenía, cuando se le acabó se tomó su propia orina. Luego de varios días, ya estaba comenzando a deshidratarse y pensó que moriría allí. Así que en el lugar puso su fecha de nacimiento, su nombre y la fecha en la que pensó que moriría.
Al despertar al día siguiente, su brazo atrapado comenzaba a descomponerse. En un desmayo que tuvo, soñó viéndose jugando con un niño, pero no tenía su antebrazo derecho. A pesar de eso, sentía que estaba feliz. Así que cuando despertó se decidió a no morir en ese lugar. Aron Ralston tomó en ese momento la decisión más difícil de su vida con el fin de salir de aquel lugar.
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Desesperado por amputarse el brazo, tuvo una idea. Poniendo en práctica su título de ingeniería, utilizó lo que se conoce como un torque en su brazo atrapado para romper sus huesos radio y cúbito, enviando un eco del crujido de sus huesos a través del cañón.
Aquí va una rápida explicación de lo que es el torque.

Una vez rotos los huesos utilizó el tubo de su sistema de hidratación portátil como torniquete, con un cuchillo que tenía un filo miserable comenzó a cortar su piel luego sus tejidos y con un par de alicates corto sus tendones y nervios. Después de tanta sangre, sudor y amargas lágrimas logró desprender por completo el antebrazo de su cuerpo, había logrado ser libre.

Al escapar del cañón estrecho, luego rapeló por una pared vertical de 20 metros y salió del cañón por su cuenta, literalmente. Estaba a unos 13 km de su camioneta pero, después de caminar unos 10 km, se encontró con una familia de vacaciones de los Países Bajos que le dio comida, agua y llamó a pedir ayuda. Las autoridades llegaron y lo recogieron 4 horas después de su amputación.
Fue tan destacada esta historia, que luego hicieron la famosa película “127 horas” donde se pueden ver en gran pantalla cada uno de los sucesos que él vivió.

Y aquí hay un dato escalofriante. ¿Recuerdas esa roca que aplastó su brazo? Sí, se necesitaron 13 hombres, un cabrestante y un gato hidráulico para mover la roca y recuperar el brazo de Ralston.
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