
La historia del takahé (Porphyrio hochstetteri) es un claro ejemplo de cómo un programa de conservación puede lograr resucitar especies que se creían perdidas para siempre. Esta ave no voladora de Nueva Zelanda, conocida por su pico rojo intenso y su llamativo plumaje azul, se había dado por extinta desde el siglo XIX.
Vuelve a la vida ave prehistórica

Esta especie prehistórica, nativa de la Isla Sur de Nueva Zelanda, se ha convertido en un símbolo para los conservacionistas debido a su “resurrección”. En 1898, se consideraba extinta, pero en la actualidad, según los datos de 2021 del Departamento de Conservación de Nueva Zelanda, su población cuenta con más de 440 ejemplares.
La historia de la recuperación del takahé se remonta a 1948, cuando el físico Geoffrey Orbell y su equipo descubrieron los últimos ejemplares silvestres de esta ave, que se pensaba extinta desde hacía medio siglo. Estos últimos sobrevivientes se encontraban en las praderas de las montañas Murchison, cerca del lago Te Anau, en la región de Fiordland.
El descubrimiento de Orbell marcó el inicio de un extenso programa de conservación. Inicialmente, se enfocó en proteger a la especie en cuatro islas libres de depredadores: Te Hoiere, Mana, Kapiti y Tiritiri Matangi. Un hito importante en este esfuerzo fue la creación del Centro Burwood Takahé, donde se incubaron huevos silvestres de takahé y se criaron para luego ser devueltos a su hábitat natural.
En 2010, la población de takahé se continuó aumentando mediante la cría del ave por sus propios padres en el centro mencionado y en otros santuarios. En 2018, se reintrodujo la especie en el Parque Nacional Kahurangi.
El proceso para traerlo de vuelta

Este proceso de recuperación no fue ni rápido ni sencillo. En 2007, una plaga de armiños redujo a la mitad la población de takahé en las montañas Murchison. Sin embargo, en 2016, se logró recuperar el número de ejemplares y mantener un crecimiento constante de la población de takahé.
El takahé tiene un profundo significado cultural, espiritual y tradicional para los Ngāi Tahu, una tribu maorí que habita la mayor parte de la Isla Sur de Nueva Zelanda. Esta relación estrecha lleva a considerar al takahé como un “taonga” (tesoro) y a los Ngāi Tahu como “kaitiaki” (guardianes), quienes colaboran con el Departamento de Conservación del país para asegurar la protección de la especie.
La esperanza de vida del takahé en libertad es de 16 a 18 años, y puede llegar a vivir entre 20 y 22 años en un santuario. Esta ave suele habitar praderas, aunque se trasladan a áreas boscosas cuando las nevadas son intensas y se acumulan capas gruesas de nieve. Su alimentación se basa en hojas ricas en almidón, que obtienen de matas y juncos.