
Fundada en el año 762 por Al-Mansur, primer califa de la dinastía Abasí, y ubicada a 85 kilómetros al norte de la antigua Babilonia, la Ciudad Circular de Bagdad supuso un proyecto titánico, revolucionario y el lugar donde se almacenó una la mayores cantidades de conocimiento antiguo que, por desgracia, se perdió en el tiempo, lo que podría haber provocado un retroceso para la humanidad.
La Ciudad Redonda de Bagdad

Según las fuentes Al-Mansur encargó el diseño a Naubakht, un zoroastriano, y a Marshallah, un judío iraní, indicándoles que debían proyectar un círculo perfecto en homenaje a las enseñanzas geométricas de Euclides, a quien había estudiado y al que admiraba profundamente.
En la actualidad, vemos muchos proyectos urbanísticos que también usaron el círculo para planear ciudades revolucionarias, atendiendo a cuestiones funcionales y de habitabilidad. Es posible que Al-Mansur también tuviera estas cuestiones en cuenta, aunque ninguna fuente lo mencione.
El arquitecto llamó a su nueva capital Madinat al-Salaam, que significa Ciudad de la Paz. Fue ese nombre que apareció en monedas y sellos oficiales hasta el siglo XI, cuando se impuso finalmente el término de origen sumerio por el que sus habitantes siempre la habían conocido: Bagdad.
La ciudad se construyó como un círculo perfecto bajo la supervisión de los Barmáquidas, la familia de visires y ministros de origen budista que sirvió a los primeros califas abasíes, y se terminó en solo 4 años. Para 768, el plan estaba completo. Consistía en un círculo perfecto de unos 2 kilómetros de diámetro con parques, jardines y villas que rodeaban la mezquita y el palacio de Al-Mansur.
El esquema replicó el persa sasánida de la antigua ciudad de Gur, erigida 500 años antes, siguiendo el mismo diseño circular.
Más de 100.000 trabajadores e ingenieros de todo el mundo conocido participaron en la colosal empresa, que se levantó usando ladrillos de 4 centímetros y medio que se fabricaban en el lugar, y mármol para las pares nobles y las escalinatas que descendían hasta el río.
Una obra maestra de la arquitectura

Disponía de reservas de agua en sus extremos norte y sur, lo que permitía que todas las casas tuvieran un suministro constante, al poco común en la época.
Los muros tenían una puerta en cada punto cardinal, separadas entre sí unos 2,4 kilómetros y su grosor era de 44 metros en la base y 12 en lo alto, a unos 30 metros de altura. Este muro era rodeado por otro de 50 metros de grosor, con torres y almenas. De cada puerta partía una avenida hasta el centro de la ciudad, con pórticos, tiendas y bazares, y de cada una de ellas salían el resto de pequeñas arterias de la ciudad.
Durante siglos, se consideró a la ciudad circular como el culmen del urbanismo, la ciudad más perfecta del mundo, la más espaciosa y con mejores defensas.
Actualmente, no queda nada de ella. Los últimos vestigios de la Ciudad Circular se demolieron a principios de la década de 1870 cuando Midhat Pasha se convirtió en gobernador otomano de Bagdad. Midhat Pasha pudo haber tenido poco interés en preservar la historia, pero las grandes reformas que introdujo para Bagdad e Irak en general, transformaron el rostro de la ciudad. Construyó innumerables escuelas e institutos educativos, hospitales, graneros, parques públicos, un sistema de abastecimiento de agua, carreteras y puentes. Sin embargo, detrás de todo este avance, existe una mancha oscura que nada podría reparar.
El conocimiento perdido para siempre

La Casa de la Sabiduría, la biblioteca principal de la ciudad era, ante todo, un enorme centro de transferencia de conocimientos. En ese momento, muchos textos clásicos ya se habían perdido en Europa, porque después del colapso del Imperio Romano, no se hacían copias de los textos con frecuencia.
Se tradujeron algunos textos al árabe del persa, el siríaco y el griego, incluidos algunos de los materiales griegos más raros que existen: Platón, Aristóteles, Euclides, etc. Algunos eran sumamente valiosos que los califas pagaban a los traductores su peso en oro para que los tradujeron.
Sabemos que se copiaron obras de filosofía, medicina, astronomía, óptica y matemáticas, pero también florecieron las investigaciones originales. Se realizó un trabajo fundamental el álgebra y en las técnicas médicas pioneras.
Ahí se almacenó tanto conocimiento en el siglo XIII que aparentemente el Tigris se ennegreció por la tinta, cuando los mongoles lo saquearon y los arrojaron al río. Una fuente aseguró:
“Se arrojaron tantos libros al río que formaron un puente que sostendría a un hombre a caballo”.
No sabemos cuánto conocimiento se perdió realmente, pero se cree que unos 400.000 manuscritos fueron evacuados antes del asedio. Dadas las cifras involucradas, las pérdidas podrían haber sido tan significativas como las de la Biblioteca de Alejandría, donde las estimaciones oscilan en cientos de miles de textos.
Tampoco se puede saber qué tipo de textos se perdieron en las grandes bibliotecas, sin embargo, teniendo en cuenta que todo el conocimiento del mundo grecorromano proviene de unos 500 volúmenes y que en el asedio a la Biblioteca de Alejandría se perdieron alrededor de 700.000 pergaminos, podemos darnos una idea del impacto que pudo tener esto en la historia humana.
E incluso, se podría concluir que este tipo de catástrofes hacen retroceder a los humanos siglos de historia de un solo golpe, pero la verdad es que las culturas suelen morir mucho antes.
Por ejemplo, cuando la Casa de la Sabiduría fue destruida, la Ciudad Circular ya estaba en declive bajo el reinado de nuevos califas. Se estaba adoptando una interpretación literal del Corán, abandonando el racionalismo científico y se consideraba la filosofía griega como antiislámica.
Lo mismo sucedió en Alejandría, cuando la biblioteca fue incendiada por los hombres de César en el 48 a. C., ya estaba en desuso y en decadencia. Los textos a lo largo de la historia se perdieron, no debido a los incendios, sino porque no hubo voluntad de copiarlos y preservarlos. Muchos sobrevivieron porque estuvieron en los programas escolares durante siglos. Por eso existen copias de Homero y otros filósofos.
Cuando cayó la Ciudad Circular, el espíritu que inspiró el movimiento de traducción había desaparecido hace mucho tiempo. Quizás se perdió tanto conocimiento que no se tradujo en los años previos a su caída. Así que, la cultura no se pierden solo por los bárbaros y saqueadores, se pierde por algo mucho peor, la indiferencia.