El “Experimento Prohibido” se refiere a una serie de experimentos hipotéticos diseñados para comprender aspectos fundamentales de la naturaleza humana, particularmente en relación con el desarrollo del lenguaje y la influencia de la genética y el ambiente en la conducta.
Sin embargo, debido a su naturaleza moralmente cuestionable, este experimento ha sido rechazado por los estándares éticos modernos. A lo largo de la historia, figuras de poder y científicos de épocas pasadas realizaron intentos similares para entender los misterios del desarrollo humano a través de métodos radicales.
¿Qué es el experimento prohibido?

La idea detrás del Experimento Prohibido parte de una incógnita fundamental: ¿qué influencia tiene la sociedad en la formación de la mente humana? En su versión más extrema, el experimento sugiere criar a un niño sin interacción social, eliminando el lenguaje, los gestos y cualquier forma de comunicación verbal o escrita.
Los defensores de este experimento hipotético creen que podría iluminar aspectos innatos del cerebro humano, permitiendo observar si existe una capacidad preprogramada para desarrollar el lenguaje o si la humanidad es totalmente dependiente del entorno social para adquirir estas habilidades.
Sin embargo, estos planteamientos suelen mantenerse como simples ejercicios de pensamiento, dada su naturaleza drásticamente antiética. El riesgo de daños irreversibles en la psique y el desarrollo físico de un niño, y la inmoralidad inherente de privarlo de experiencias básicas de interacción social, han impedido que se lleve a cabo en tiempos modernos.
Casos históricos de experimentos prohibidos

A lo largo de la historia, líderes y científicos han explorado la idea del Experimento Prohibido, aunque sus registros sean difíciles de corroborar. Uno de los ejemplos más antiguos lo proporciona Heródoto, quien cuenta que el faraón Psamético I de Egipto (siglo VII a.C.) entregó dos recién nacidos a un pastor, ordenándole que no les hablara en absoluto.
Al escuchar que los niños pronunciaron la palabra “becos”, que en frigio antiguo significaba “pan”, Psamético concluyó erróneamente que el frigio era el idioma original de la humanidad. Aunque este relato es probablemente una leyenda, resalta el deseo de explorar el lenguaje innato y la búsqueda de respuestas sobre los orígenes de las capacidades humanas.
Un segundo intento se le atribuye a Federico II del Sacro Imperio Romano Germánico, quien, en el siglo XIII, ordenó criar a niños sin interacción verbal con el fin de identificar el “lenguaje original” de la humanidad. Este experimento también resultó fallido, ya que todos los niños murieron a causa de la falta de estímulo emocional y afecto. Estos casos revelan la profunda ignorancia de la época sobre el desarrollo humano y la importancia vital de la interacción social para la supervivencia infantil.
Experimentos modernos y el “Niño salvaje de Aveyron”

La historia del “Niño Salvaje de Aveyron” constituye un ejemplo moderno relacionado con el concepto del experimento prohibido. En 1800, un niño que no sabía hablar llamado Víctor fue encontrado en los bosques de Aveyron, Francia, y se le dio el título de “niño salvaje”. Este caso atrajo la atención de científicos de la época, quienes vieron en él una oportunidad para estudiar la capacidad de aprendizaje humano sin intervención social temprana.
Aunque Víctor fue objeto de observación y estudio, sus habilidades cognitivas y lingüísticas no progresaron de manera significativa, lo que confirmó los límites de la capacidad humana cuando la intervención social es tardía.
Otro caso del experimento prohibido en el siglo XX fue el experimento del psicólogo Winthrop Kellogg, quien en 1931 decidió criar a su hijo Donald junto a una chimpancé llamada Gua para observar cómo influía el ambiente en su desarrollo. A pesar de la inteligencia de Gua, el experimento demostró que la similitud en el ambiente no podía compensar la diferencia biológica: Gua no fue capaz de adquirir el lenguaje humano, y la diferencia entre los dos niños creció con el tiempo. Aunque menos extremo que los intentos históricos, este experimento mostró que la línea ética seguía difusa y dejó sin respuestas definitivas sobre el lenguaje y el ambiente.
Aunque los experimentos y observaciones históricas sobre los niños “privados” y “salvajes” proporcionaron algunos conocimientos, Sandra Swart, directora del Departamento de Historia de la Universidad de Stellenbosch, señala que el Experimento Prohibido no ha podido responder las grandes preguntas sobre la naturaleza humana. La falta de evidencia concluyente y los dilemas éticos inherentes a estos experimentos hacen que este tipo de estudios se consideren infructuosos.
Swart argumenta que los intentos por desentrañar la verdadera esencia humana a través de privaciones experimentales no solo fallan en cumplir sus objetivos, sino que a menudo terminan perjudicando gravemente a los sujetos de estudio. Para muchos científicos y filósofos contemporáneos, este tipo de experimentos solo proyectan nuestras propias preguntas, temores y deseos sobre el conocimiento humano en quienes carecen de la capacidad de decidir su participación.
El “Experimento Prohibido” representa una frontera ética que nos recuerda los límites de la ciencia y la importancia de la ética en la investigación humana. Los intentos históricos, desde el faraón Psamético I hasta experimentos recientes como el de Kellogg, ofrecen una visión escalofriante de las consecuencias de ignorar la dignidad humana en la búsqueda de conocimiento. Al final, los dilemas éticos que plantea este tipo de experimentos son tan fundamentales que nos obligan a cuestionarnos hasta dónde debemos llegar en nuestra exploración del conocimiento, respetando siempre la integridad de aquellos que podrían ser afectados en el proceso.
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