Ken Allen, un orangután de 113 kilos que vivió en el zoológico de San Diego en la década de 1980, se convirtió en un verdadero ícono, no solo por su imponente presencia, sino por su impresionante habilidad para escapar de su recinto, una hazaña que repetiría en múltiples ocasiones, ganándose el apodo de “Houdini peludo.” Su historia trascendió las jaulas y los barrotes, convirtiéndose en un relato de astucia, rebeldía y, curiosamente, humor.
El inicio de la leyenda Ken Allen
El 13 de junio de 1985, Ken Allen logró trepar el muro de su corral y, como si fuera un visitante más, caminó tranquilamente por los senderos del zoológico, observando a los animales y sorprendiéndose con los turistas. Fue devuelto sin mayor complicación a su jaula, pero esta no sería su única escapada.
El equipo del zoológico reforzó el recinto, ampliando el muro de contención, pero nada de esto fue suficiente. Solo unas semanas después, Ken Allen volvió a escapar. En esta ocasión, fue encontrado lanzándole piedras a otro orangután llamado Otis, con quien no tenía la mejor relación.
Ken Allen no se detendría ahí. En agosto de ese mismo año, encontró una palanca dejada por error en su corral, la cual lanzó a Vicki, otra orangután, que la utilizó para abrir una ventana y dejarlos salir a ambos. Tras este incidente, fue trasladado temporalmente a un recinto interior, donde, en un curioso intento por entretenerlo, le instalaron un televisor con un solo canal en funcionamiento.
El zoológico reforzó aún más la seguridad, incluso colocando cables eléctricos en el recinto y contratando escaladores para identificar posibles rutas de escape. Sin embargo, Ken Allen demostró ser más ingenioso. Aprendió a disfrazarse de turista, evadiendo a los cuidadores uniformados y haciéndose pasar por uno más entre la multitud, en lo que algunos medios llamaron “tácticas de gorila“.
La fama y el legado
Ken Allen no solo se convirtió en una celebridad en San Diego, sino también en un fenómeno de la cultura popular. Se imprimieron camisetas, pegatinas para parachoques con el lema “Liberen a Ken Allen”, e incluso fue homenajeado por una cervecera local con una bebida que llevaba su nombre.
También inspiró una canción llamada “The Ballad of Ken Allen”, escrita y grabada por el psiquiatra Dennis Gersten, que se vendió en el zoológico y fue interpretada en televisión local.
El orangután incluso tuvo su propio club de fans, conocido como la “Orang Gang”, compuesto mayormente por jubilados que seguían sus hazañas y publicaban un boletín sobre él. Sus escapadas se convirtieron en leyenda urbana; un usuario de YouTube comentó que Ken Allen solía pasear entre los visitantes, estrechando manos y disfrutando de su tiempo fuera del recinto.
Aunque el zoológico eventualmente logró contener a Ken tras gastar miles de dólares en medidas de seguridad, sus fugas y su espíritu rebelde quedarán para siempre en la memoria colectiva. Ken Allen vivió el resto de sus días en relativa tranquilidad, hasta que en 2000, a la edad de 29 años, fue diagnosticado con linfoma de células B. A pesar de los esfuerzos por salvarlo, fue sacrificado el 1 de diciembre de ese año. Su muerte fue un momento triste para sus admiradores, pero algunos prefieren creer que, fiel a su naturaleza escapista, Ken simplemente fingió su muerte y se encuentra escondido, quizás en México, esperando su próximo escape.
La historia de Ken Allen no es solo la de un orangután astuto; es el relato de un espíritu libre que, en medio de las restricciones de su entorno, encontró la manera de burlar las barreras físicas y conquistar los corazones de quienes lo conocieron. Su leyenda persiste como una curiosa mezcla de ingenio animal y rebelión contra el encierro, recordándonos que, a veces, incluso los seres más peludos tienen un lado indomable.
Referencia:
