Varias lĂneas de evidencia sugieren que el sistema nervioso central de los insectos procesa el dolor de una manera mucho mĂĄs parecida a nosotros de lo que nadie ha estado dispuesto a admitir.

Los cientĂficos una vez realizaron lo que ahora consideramos experimentos horribles en animales por curiosidad. En estos dĂas, los estudios sobre vertebrados deben presentarse ante los comitĂ©s de Ă©tica para demostrar que el valor de la investigaciĂłn supera cualquier daño a los sujetos, incluso si no todos estĂĄn de acuerdo sobre dĂłnde trazar la lĂnea. Los cefalĂłpodos como el pulpo y el calamar estĂĄn comenzando a obtener la misma protecciĂłn.
Los insectos, por otro lado, generalmente se tratan como un juego justo. Los investigadores de moscas de la fruta no estĂĄn sujetos a los mismos estĂĄndares que los que trabajan con ratones, y mucho menos con monos. La justificaciĂłn, que los insectos no experimentan dolor como lo hacen los animales “superiores”, es cuestionada por un nuevo artĂculo publicado.
Los autores señalan que la pregunta no se ha investigado mucho, posiblemente porque la gente ha tenido miedo de la posible respuesta.
En el lenguaje de los neurocientĂficos, la nocicepciĂłn es la codificaciĂłn del sistema nervioso de estĂmulos dañinos o desagradables como temperaturas extremas, presiĂłn o ataques quĂmicos intensos. Los animales (incluidos los insectos) responden a estas señales para limitar el daño a sus cuerpos que podrĂa impedir su supervivencia. Lo que se debate es si los insectos experimentan dolor a travĂ©s del sistema nervioso central o si la respuesta estĂĄ localizada, por ejemplo, en una extremidad lesionada.
Los insectos tienen sistemas nerviosos centrales mucho menos sofisticados que los mamĂferos, despuĂ©s de todo, con solo una pequeña fracciĂłn de las cĂ©lulas cerebrales dedicadas a procesar tales entradas. En particular, carecen de los receptores opioides tan cruciales para el control del dolor en nuestro propio cerebro. Sin embargo, Matilida Gibbons, estudiante de doctorado de la Universidad Queen Mary, y los coautores argumentan que eso no significa que carezcan de versiones mĂĄs simples de la misma capacidad.
La nocicepción estå estrechamente relacionada con el dolor, pero no son lo mismo. Nuestros cuerpos a veces pueden modular el dolor sin cambiar los reflejos nociceptivos, particularmente en emergencias cuando demasiado dolor puede distraernos de lo que debemos hacer. El dolor viene después, obligåndonos a no utilizar un miembro lesionado, por ejemplo. Curiosamente, también se ha observado lo contrario con la nocicepción mejorada sin cambiar los niveles de dolor.
Sin embargo, carecemos de una comprensiĂłn de cĂłmo se relacionan la nocicepciĂłn y el dolor en los insectos, por lo que los autores exploran la capacidad de los insectos para controlar la nocicepciĂłn, que consideran indicativa, si no prueba.
El documento señala:
âEl trabajo conductual muestra que los insectos pueden modular el comportamiento nocifensivo. Dicha modulaciĂłn estĂĄ controlada, al menos en parte, por el sistema nervioso central, ya que la informaciĂłn que media en dicha priorizaciĂłn es procesada por el cerebroâ.
Los autores identifican neuropĂ©ptidos especĂficos producidos en insectos durante eventos traumĂĄticos que podrĂan actuar como supresores del dolor, similar al papel que desempeñan los opiĂĄceos en humanos.
Evidencia adicional es cĂłmo los insectos, al igual que otros animales, pueden sensibilizarse a amenazas particulares. Si las moscas de la fruta se exponen repetidamente a altas temperaturas, comienzan a responder mĂĄs rĂĄpidamente cuando se les aplica calor. Algunas de las molĂ©culas involucradas en esta sensibilizaciĂłn son las mismas que se observan en humanos. TambiĂ©n se han identificado vĂas para enviar mensajes nociceptivos al cerebro.
Incluso uno de los comportamientos de insectos mĂĄs famosos, el canibalismo sexual de las mantis religiosas hembra , puede arrojar luz sobre la cuestiĂłn. De manera infame, las mantis masculinas responden a que les muerdan la cabeza apareĂĄndose mĂĄs fuerte. Para ello, el macho debe reprimir su tĂpica respuesta al ataque.
El artĂculo señala:
âSe ha sugerido que esta evidencia indica la ausencia de dolor en los insectosâ
“Sin embargo, es mĂĄs probable que demuestre que los insectos pueden priorizar otras necesidades de comportamiento y reducir el comportamiento nocifensivo en ciertos contextos”.
Eso, a su vez, apunta a una respuesta centralizada, que a su vez hace que las sensaciones de dolor sean mĂĄs plausibles, no menos.
TodavĂa no sabemos cĂłmo se procesa el dolor en el cerebro del insecto, si es que lo es, pero eso es menos importante que determinar nuestra respuesta si resulta ser cierta. Si descubrimos que los insectos sienten dolor, Âżpodemos realmente seguir tratĂĄndolos como lo hacemos?
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