Han pasado dos décadas desde que la tranquila ciudad de Granby, Colorado, fue sacudida por un acto de violencia que resonó en todo el mundo. Marvin Heemeyer, un hombre agraviado y convencido de que había sido tratado injustamente por los líderes de la ciudad, construyó lo que sería conocido como la “excavadora asesina” o “Killdozer”, un tanque improvisado que utilizó para destruir varios edificios en un acto de venganza personal.
Marvin Heemeyer, un ciudadano normal

Marvin John Heemeyer era un veterano de la Fuerza Aérea, soldador y propietario de un taller mecánico en Granby, Colorado. En 1992, compró un terreno por un valor de 42.000 dólares para construir su propio taller.
En 2001, la comisión de zonificación de la ciudad aprobó un proyecto para la construcción de una planta de cemento, la cual estaría justo al lado de la propiedad de Marvin Heemeyer. Durante casi una década, Marvin había usado ese lugar como zona de acceso a su taller, pero con la construcción de la planta, ahora tenía el paso bloqueado a su propiedad. Durante mucho tiempo se quejó con el ayuntamiento, pero no le hicieron caso, de hecho, comenzaron a acosarlo.
Marvin Heemeyer recibió una multa de 2.500 dólares por acumulación de chatarra y automóviles inservibles. También recibió otras multas por no estar conectado al alcantarillado de la ciudad.
Decidió solicitar el apoyo a la junta de vecinos, recogiendo firmas para que los ciudadanos dieran buena fe de su trabajo y su residencia, pero fue en vano. El ayuntamiento dijo que su taller no podía funcionar sin estar conectado al alcantarillado.
La disputa legal, las multas y la destrucción de su trabajo hicieron que Marvin Heemeyer, finalmente, explotara. En una de sus notas, escribió: “Ellos se lo buscaron”. Así, compró una bulldozer, una excavadora Komatsu industrial que modificó y con la cuál ejecutó su venganza.
El día que Granby cambió para siempre

El 4 de junio de 2004 el veterano puso en marcha su plan de venganza. Después de más de un año de preparación, había transformado su excavadora en una máquina blindada de 85 toneladas, equipada con un revestimiento de acero y hormigón de 18.000 kilos. A bordo de su tanque casero, Heemeyer recorrió las calles de Granby, derribando 13 edificios, incluido el ayuntamiento, la planta de cemento y una estación de electricidad.
El ataque duró más de dos horas, durante las cuales la policía disparó repetidamente contra la excavadora con munición de alto calibre, sin causar ningún daño significativo. Al final, Heemeyer decidió poner fin a su vida cuando su máquina quedó atrapada en una ferretería que estaba destruyendo. Fue el único fallecido en el ataque.
Hoy en día, poco queda en Granby que recuerde aquel fatídico día. Sin embargo, el legado de Heemeyer sigue vivo, no solo en la memoria de los habitantes del pueblo, sino también en la cultura popular y en ciertos sectores de la sociedad que lo ven como un héroe popular, un hombre que se enfrentó a un gobierno que, según él, lo había agraviado.
Un legado controversial: héroe o villano

El caso de Marvin Heemeyer ha generado opiniones divididas a lo largo de los años. Para algunos, especialmente en círculos antigubernamentales, Heemeyer es visto como un héroe, un hombre llevado al límite por un sistema opresivo que tomó la justicia en sus propias manos. Frases como “Siempre estuve dispuesto a ser razonable hasta que tuve que ser irrazonable“, que dejó en sus notas, se han convertido en lemas para aquellos que lo ven como un símbolo de resistencia contra la tiranía gubernamental.
Esta percepción ha sido alimentada por la proliferación de productos que conmemoran su ataque, desde stickers y figuras de acción hasta jabones con forma de excavadora. Además, en plataformas de redes sociales como Telegram, grupos como los Proud Boys han adoptado a Heemeyer como un ícono, celebrando el “Día del Killdozer” en su honor.
Sin embargo, para muchos, Marvin Heemeyer no es más que un hombre trastornado que se dejó consumir por su propia ira y paranoia. El editor del periódico local en el momento del ataque, Patrick Brower, quien también escribió un libro sobre el incidente, describe a Heemeyer como un hombre que se convenció de que había sido víctima de una conspiración y que decidió vengarse de manera destructiva.
Granby, un pueblo que ha trabajado para superar la devastación causada por Marvin Heemeyer, ha hecho poco para conmemorar el ataque. Algunos residentes creen que la ciudad cometió un error al destruir la excavadora de Heemeyer, sugiriendo que podría haber sido una atracción turística. Sin embargo, otros, como Casey Farrell, que fue dueño de la ferretería donde terminó el ataque, están en desacuerdo vehemente, describiendo la máquina como un símbolo de maldad.
Referencia:
- Daily Record/20 years after a bulldozer rampage in a small Colorado town, the legacy of the “killdozer” lives on. Link.