Cada 8 de marzo, millones de mujeres en todo el mundo se movilizan para conmemorar el Día Internacional de la Mujer. Aunque muchos asocian esta fecha al incendio en la fábrica de textiles Triangle Shirtwaist en Nueva York en 1911, su origen también se encuentra en las movilizaciones obreras rusas de 1917.

El nacimiento del 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer
Fue Clara Zetkin, en la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas de Copenhague en 1910, quién propuso establecer un día para luchar por el sufragio femenino y otros derechos. En 1911, la idea se materializó en países como Austria, Dinamarca, Alemania y Suiza. La tragedia de la fábrica de Nueva York, donde murieron más de 130 trabajadoras, lo que reforzó la necesidad de mejorar las condiciones laborales.
Sin embargo, la marcha de las obreras rusas en 1917, exigiendo “pan y paz”, marcó un momento definitivo. Realizada el 23 de febrero en el calendario juliano, que equivale al 8 de marzo en el calendario gregoriano, esta protesta influyó en la Revolución Bolchevique y condujo al reconocimiento del derecho al voto para las mujeres en Rusia. En 1921, Lenin declaró el 8 de marzo como el “Día Internacional de la Mujer Trabajadora”.

De la reivindicación laboral a una lucha global
El 8 de marzo dejó de ser solo una reivindicación obrera para convertirse en un símbolo de lucha feminista en todas sus dimensiones. En 1977, la ONU oficializó la fecha como el Día Internacional de la Mujer, ampliando su enfoque más allá del ámbito laboral. Se incluyeron cuestiones como la violencia machista, la equidad salarial, los derechos reproductivos y la representación femenina en la sociedad.
Con el tiempo, el movimiento feminista del 8-M se ha internacionalizado, incluyendo las voces de mujeres de distintas culturas y condiciones sociales. Actualmente, las movilizaciones buscan visibilizar no solo las luchas de las mujeres en contextos urbanos, sino también de las zonas rurales y comunidades indígenas, donde persisten desigualdades estructurales.

La diversificación de las luchas feministas
Las reivindicaciones del 8-M varían según el contexto sociopolítico de cada región. En América Latina, las principales demandas incluyen el derecho al aborto, la erradicación de la violencia de género y la desaparición de brechas salariales y educativas. En países como México y Colombia, la violencia feminicida y la impunidad son temas prioritarios.
Mientras que en Europa las luchas están enfocadas en la equidad laboral y la participación política, en países de Medio Oriente y África se centran en derechos básicos como la educación y la eliminación de prácticas como la mutilación genital femenina o los matrimonios forzados.
A pesar de la diversidad de luchas, un desafío común incluir a las mujeres que se encuentran en situaciones de mayor vulnerabilidad. En muchos países, las marchas del 8-M son protagonizadas por mujeres con acceso a la educación y a mejores condiciones económicas, mientras que sectores más empobrecidos a menudo quedan al margen de la movilización feminista.
Conmemoración, celebración o lucha

Cada año surgen debates sobre la manera correcta de enfocar el 8-M. Para muchas activistas, la fecha no debe ser una celebración, sino una conmemoración de las luchas pasadas y una reivindicación de derechos aún pendientes.
Si bien se reconoce la importancia de celebrar los avances logrados, también se insiste en que los derechos conquistados no están garantizados de permanentemente. Un ejemplo claro es la regresión en el derecho al aborto en algunos estados de EE.UU. Según la historiadora María Emilia Gouffray, “los derechos pueden perderse si no seguimos luchando”.
Por ello, el 8-M sigue siendo un día de lucha. Mantener la movilización y la conciencia de género es clave para garantizar que las demandas de las mujeres sean escuchadas y que los avances en equidad no se reviertan.
El 8 de marzo es mucho más que una fecha en el calendario; representa las luchas pasadas, presentes y futuras de las mujeres en todo el mundo. Desde su origen en las protestas obreras hasta la diversificación de sus demandas en el siglo XXI, esta conmemoración sigue siendo fundamental para la conquista de derechos.
A pesar de las diferencias en contextos y prioridades, el objetivo común es la equidad de género. Mantener la lucha activa y visibilizar las injusticias permite seguir avanzando hacia un mundo donde todas las mujeres tengan garantizados sus derechos y oportunidades en igualdad de condiciones.
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