Las personas distinguen cada vez menos entre información real, opiniones y fake news 

En un mundo donde la información fluye sin descanso a través de redes sociales, noticias y discursos políticos, distinguir entre hechos y opiniones se ha vuelto una tarea desafiante para las personas. Un estudio reciente de la Harvard Kennedy School Misinformation Review, reveló que casi la mitad de los ciudadanos estadounidenses no puede diferenciar entre una afirmación fáctica y una de opinión. Un fenómeno que no es exclusivo de Estados Unidos: en Latinoamérica y España, la polarización política, la desinformación y la falta de educación mediática también han afectado la capacidad de discernir lo que es objetivamente cierto de lo que es una interpretación subjetiva.

La dificultad para diferenciar hechos de opiniones

Las personas distinguen cada vez menos entre información real, opiniones y fake news
Las personas son capaces de creer en fake news que se alineen con su pensamiento.

El estudio publicado en la Harvard Kennedy School Misinformation Review examinó la capacidad de los ciudadanos estadounidenses para clasificar afirmaciones como hechos o como opiniones. Los resultados fueron preocupantes: el 45.7 % de las personas no obtuvo mejores resultados que si hubieran elegido al azar. 

Factores como el conocimiento cívico, la educación y la capacidad cognitiva ayudaron en la distinción, pero no lo suficiente para erradicar los errores sistemáticos.

Sin embargo, el problema no se limita a Estados Unidos. En México, España y otros países latinoamericanos, la polarización política también ha generado realidades paralelas donde los hechos son interpretados según la ideología de cada una de las personas y la información siempre se desvirtúa. Un ejemplo claro se observa en el tratamiento de noticias políticas, donde los medios suelen presentar los datos con sesgos que refuerzan la visión de su audiencia, en lugar de ofrecer un análisis objetivo.

Además, el auge de las redes sociales ha contribuido a la confusión. Las plataformas como Facebook, X (antes Twitter) y TikTok permiten que la información se propague rápidamente sin un filtro riguroso, lo que facilita la difusión de datos erróneos o tergiversados.

La influencia del sesgo ideológico

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El sesgo ideológico influye en lo que creen las personas.

El estudio estadounidense reveló que el sesgo partidista es una de las principales razones por las que la gente malinterpreta los hechos. Las personas tendían a aceptar como hechos las afirmaciones que favorecían su postura política y a considerar opiniones las que desafiaban su visión del mundo.

En países como México y España, donde los debates políticos son intensos, este fenómeno se repite. En México, por ejemplo, el apoyo o rechazo a figuras políticas como el ex presidente Andrés Manuel López Obrador suele determinar cómo se percibe la información. En España, la rivalidad entre partidos como el PSOE y el PP genera narrativas enfrentadas que dificultan la identificación de hechos objetivos para las personas.

Este fenómeno se intensifica en épocas electorales, cuando las campañas de desinformación buscan manipular la opinión pública. La falta de alfabetización mediática hace que muchas personas acepten sin cuestionar datos falsos que refuercen su ideología.

El impacto en la sociedad y la democracia

Las personas distinguen cada vez menos entre información real, opiniones y fake news
El politólogo de la Universidad de Illinois Jeffery J. Mondak, a la izquierda, y el estudiante de posgrado Matthew Mettler.

Si la gente no puede diferenciar entre hechos y opiniones, el debate público se vuelve caótico. La desinformación se refuerza, la polarización aumenta y la sociedad se fragmenta aún más. Esto tiene consecuencias graves en la democracia, ya que los ciudadanos terminan tomando decisiones basadas en información sesgada o errónea.

En América Latina, donde la confianza en las instituciones ya es baja, este problema puede debilitar aún más el sistema democrático. Si la población no confía en los medios de comunicación ni en las fuentes oficiales, es más propensa a caer en teorías de conspiración y a rechazar datos verificables.

Para contrarrestar este problema, es necesario fortalecer la educación mediática desde la infancia. Las escuelas deberían incluir cursos sobre cómo identificar fuentes confiables, analizar información con pensamiento crítico y diferenciar entre hechos y opiniones.

Los medios de comunicación también tienen un papel clave. Deben esforzarse por presentar los hechos de manera clara y separar el contenido informativo del opinativo. Además, las plataformas digitales deberían implementar mecanismos más efectivos para combatir la desinformación sin caer en la censura.

El problema de diferenciar entre hechos y opiniones no es exclusivo de Estados Unidos; es una crisis global que afecta a Latinoamérica y España. La polarización política, la desinformación y la falta de educación mediática contribuyen a la confusión, poniendo en riesgo el discurso democrático y la toma de decisiones informadas. Para revertir esta tendencia, es fundamental promover la educación crítica, exigir mayor responsabilidad a los medios y fomentar el debate basado en datos verificables. En un mundo donde la información es poder, saber distinguir la verdad es más crucial que nunca.

Referencia:

  • Harvard/Fact-opinion differentiation. Link.

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