El tiempo avanza lentamente cuando somos jóvenes, pero a medida que envejecemos, parece acelerar. Los veranos interminables de la infancia ahora pasan en un abrir y cerrar de ojos, y los años parecen deslizarse rápidamente. Muchas personas mayores suelen comentar cómo el tiempo parece volar cuanto más envejecen. ¿A qué se debe esta percepción? Varias teorías intentan explicar este fenómeno, y aunque no existe una respuesta definitiva, algunas ideas han ganado terreno en la ciencia.
Procesamiento de información y percepción del tiempo

Una de las teorías más destacadas se basa en cómo nuestro cerebro procesa la información a lo largo de nuestra vida. En la década de 1960, el psicólogo Robert Ornstein realizó una serie de experimentos descritos en su libro Sobre la experiencia del tiempo, donde demostró que la percepción del tiempo está vinculada a la cantidad de información nueva que procesamos.
En uno de sus experimentos, Ornstein mostró a los voluntarios diagramas de distintos grados de complejidad y les pidió que calcularan cuánto había transcurrido. Los resultados mostraron que, aunque el tiempo de exposición era el mismo, los participantes reportaron que los diagramas más complejos parecían durar más que los más simples.
Un segundo experimento involucró escuchar audios con diferentes cantidades de información (sonidos como chasquidos o ruidos domésticos). Los sujetos que escucharon audios más complejos informaron que el tiempo de duración fue mayor, a pesar de que todos los audios tuvieron la misma longitud. Estos resultados sugieren que cuando el cerebro procesa más información, el tiempo parece pasar más lentamente.
Familiaridad y la rutina del día a día

El Dr. Christian Yates, profesor titular de biología matemática en la Universidad de Bath, sugiere que a medida que envejecemos, nos familiarizamos cada vez más con nuestro entorno, lo que disminuye nuestra percepción de detalles nuevos. Los adultos a menudo pasan sus días en rutinas establecidas, lo que les impide absorber tanta información nueva como los niños, para quienes cada experiencia es fresca y emocionante.
“Esto significa que los niños deben dedicar una cantidad significativamente mayor de energía cerebral a reconfigurar sus ideas mentales sobre el mundo exterior”.
Así lo explicó Yates en un artículo para The Conversation.
“La teoría sugiere que esto parece hacer que el tiempo transcurra más lentamente para los niños que para los adultos atrapados en una rutina”.
Por ejemplo, cuando un niño sube a un tren, puede estar fascinado por las vistas y sonidos, notando cada detalle a su alrededor. En cambio, un adulto que toma el tren regularmente no presta la misma atención, ya que todo le resulta familiar. Este contraste en la absorción de información nueva puede influir en la percepción del tiempo.
Procesamiento neuronal y envejecimiento

Otra teoría, desarrollada por el profesor Adrian Bejan de la Universidad de Duke, se centra en cómo el envejecimiento afecta el procesamiento neuronal. A medida que envejecemos, nuestros nervios y neuronas se vuelven más complejos y menos eficientes, lo que ralentiza la velocidad con la que procesamos imágenes y experiencias. Este proceso hace que percibamos menos información en un período de tiempo determinado.
Bejan argumenta que “la mente joven recibe más imágenes durante un día que la misma mente en la vejez”. Esto puede explicar por qué los días de juventud parecen eternos y llenos de detalles, mientras que los días en la edad adulta se sienten más cortos y menos memorables.
La teoría proporcional del tiempo
Una teoría alternativa, conocida como la teoría proporcional del tiempo, sugiere que la percepción de un período específico (como un mes o un año) cambia a medida que envejecemos porque lo comparamos con el tiempo total que hemos vivido.
Por ejemplo, para un niño de 10 años, un año representa el 10% de su vida, mientras que para un adulto de 50 años, un año solo representa el 2%. Esta proporción más pequeña hace que el año parezca pasar más rápidamente a medida que envejecemos.
Las investigadoras en neurociencia Muireann Irish y Claire O’Callaghan también respaldan esta idea en su artículo para The Conversation, explicando que:
“La memoria puede ser la clave para la percepción del tiempo, ya que la claridad de nuestros recuerdos moldea nuestra experiencia del tiempo. Reflexionamos sobre nuestro pasado y utilizamos los eventos históricos para lograr una sensación de existencia a través del tiempo”.
En este sentido, ¿cómo es posible ralentizar el tiempo? Bueno, aunque estas teorías nos ayudan a entender por qué el tiempo parece acelerarse a medida que envejecemos, también ofrecen una posible solución: aumentar la cantidad de experiencias nuevas y estimulantes. Exponerse a situaciones novedosas y desafiantes puede hacer que el tiempo se perciba más lento, al igual que lo hacía cuando éramos niños. Viajar, aprender una nueva habilidad o simplemente cambiar de entorno puede ayudar a combatir la sensación de que los años pasan demasiado rápido.
El tiempo, en su esencia física, es constante. Sin embargo, nuestra percepción de él está influenciada por la cantidad de información que procesamos, la novedad de nuestras experiencias y la manera en que nuestro cerebro envejece. A medida que avanzamos en la vida, la familiaridad con nuestro entorno y la disminución en la velocidad de procesamiento neuronal pueden hacer que el tiempo parezca volar.
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